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¡Necesito que me escuches! Parte II

Actualizado: 8 oct 2023



¿Te ha sucedido que a veces sientes que vas a explotar?, sobre todo después de tener un día agotador en el trabajo. ¿Qué te gustaría?: llegar a casa y que te estén esperando con su mejor disposición, ¿cierto?, ese es nuestro ideal, pero está muy alejado de la realidad. Al contrario, recibimos una sobredemanda, que lo más probable, es que sea doblemente proporcional al tiempo que has estado fuera de casa. Cada uno de tus hijos requiere de ti, tu pareja también. ¿Pero qué sientes tú?, ¿qué quisieras decir?, te animas y te embarcas en el juego o te identificas más con la frase “paren el barco que me quiero bajar” ?. No obstante, ambas sabemos que eso no lo podemos hacer…. ¿Difícil no? Ser madre es extremadamente complejo, no es miel sobre hojuelas, pero tampoco es lo peor que te puede pasar. Al contrario, muchísimas veces te llena de satisfacciones, florecen en ti emociones inimaginables, te entrega los mejores regalos del mundo. Y sí, aunque suene cliché, es maravilloso, aunque el camino que debemos recorrer es difícil, e incluso, extremadamente difícil en ocasiones. ¿De qué depende?, De múltiples factores que pasan desde tus experiencias en la infancia, la relación con tu madre, tus emociones, tus recuerdos y todo ello se fusiona, enreda y complejiza con lo que crees que debes hacer. Efectivamente, nadie nos enseña a ser madres ni padres (para ellos también es difícil), pero si tenemos la gran responsabilidad de darnos cuenta que necesitamos ayuda, orientación, asesoría y debemos buscarla, hacer algo con eso, movilizarnos, ocuparnos y no solo preocuparnos.



Imaginen ahora desde el lugar de cada uno de sus hijos, qué piensa y siente cuando te ve llegar a casa. Imagina y ve el brillo en sus ojos que demuestran alegría, ansiedad por tus brazos y tus besos y sobre todo por hablar, contarte las cosas que hizo, sus logros en el día. Pero no es solo eso, también quiere jugar, de hecho, ya tiene claro a qué, a veces el juego ha sido concordado con su hermana o hermano, otras no, y cada uno te tira para un lado distinto, tratando de llamar tu atención.


¿Todo esto para ti ¿qué es?, ¿un caos?, y piensas, probablemente con culpa: “dios mío yo sólo quiero descansar”. Y ahí comienza el desencuentro, en particular cuando no accedes a sus intenciones y les dices que no. Ellos insisten y vuelves a decir no un par de veces más, hasta que pierdes la paciencia y ahí reaccionas. ¿Cómo lo haces? puedes tomar distintos caminos, explotar, implotar, sentirte culpable o ser permisiva y a cambio del silencio y algo de calma, les dejas hacer lo que quieran.


¿Después de todo esto te sientes muy mal cierto?, no siempre puedes darte cuenta a qué se debe esa sensación, muchas veces teñida con la culpa. ¿Difícil no? ¿Y cuál es la base del problema? ¿El exceso de trabajo?, ¿no saber poner límites en lo laboral?, ¿tu cansancio?, ¿su alta demanda e insistencia? Bueno, la respuesta es: todas las anteriores y además una fundamental, que tiene que ver con escuchar, aprender a leer la necesidad que existe detrás de las demandas o el comportamiento de tu hijo. Necesitas escuchar, saber cómo escuchar para que tus hijos hablen, pero también aprender cómo debes hablar para que tus hijos te escuchen y te comprendan. Aprender a ayudar a tus hijos a que enfrenten sus emociones y sentimientos, aprender cómo obtener cooperación sin gritar, tener alternativas para el castigo, cómo fomentar la autonomía y fortalecer la autoestima de tus hijos.


Quiero detenerme ahora en cómo enfrentan los niños sus sentimientos. Como comentaba más arriba, cuando le decimos que no a nuestros hijos, eso genera en ellos mucha frustración y enojo y eso se manifiesta en una rabieta, en decirte cosas desagradables (aunque nadie lo quiera reconocer), en peleas con su hermana/o. Esto implica que los sentimientos de los niños tienen una directa relación con su conducta. De esta manera, cuando los niños se sienten bien, se comportan bien. Y la gran interrogante es ¿cómo podemos ayudarlos a que se sientan bien? (este es nuestro mayor deseo). La respuesta es simple, aunque no siempre muy fácil para nosotras las madres: aceptar sus sentimientos. Efectivamente, no es algo que hagamos cotidianamente. Pongo aquí un ejemplo:


Hijo: mamá, hace mucho calor aquí, me voy a sacar el suéter.

Mamá: hijo no te quites el suéter.

Hijo: mamá tengo calor.

Mamá: ¡te dije que no te lo sacarás!

Hijo: ¡tengo calor!


El negar sus sentimientos constantemente confunde a los niños, los frustra y enoja. También los hace desconfiar de sus propias emociones y no conocerlas o reconocerlas.

Imagina que estás en la posición de tu hijo, pero en otra situación. Por ejemplo, tuviste una discusión con una amiga muy querida y le cuentas la situación a tu pareja. Qué sentirías si él inmediatamente te señala que fue tu responsabilidad “tú tuviste la culpa, no debiste decirle eso”; o te da un consejo; o te dice lo que debes hacer; o no te escucha y continúa mirando el televisor; o te dice “qué difícil debe ser para ti haber enfrentado esta situación, considerando que…, debes sentirte muy enojada, comprendo tu enojo/pena/frustración”. ¿Qué les sucede con cada una de estas alternativas? Les comento que, en mi caso, el que mi esposo me diga que es mi culpa o me dé un consejo me molesta mucho más, al igual si siento que no me está poniendo atención. En cada una de esas opciones no me siento escuchada ni siento que se valida mis sentimientos, pero me pasa algo muy distinto cuando reconoce lo que me pasa y me lo devuelve con una frase que demuestra empatía. Esta es la palabra, EMPATÍA. La empatía es magia, es validación de la persona y de sus emociones y vivencias. ¿Es difícil practicarla?, sí, para algunas personas más que para otras, pero empatizar con los niños es más difícil aún. No obstante, te aseguro que sirve, con ella demuestras amor y respeto por tus hijos y sus emociones. Tú eres el adulto, tú eres quien debe enseñar; eres su modelo y la persona más significativa en su vida.




Porque sé lo complejo que es, te dejo aquí unas sugerencias:

  • Escucha con atención

  • Asiente mientras escuchas y di palabras como “Entiendo”, “Oh”, “Mmmm”, así validas y aceptas los sentimientos de tus hijos

  • Dale un nombre a los sentimientos que expresan tus hijos, eso los ayudará a reconocerlos por su nombre.

  • Concédeles sus deseos en la imaginación, verás cómo surge una alternativa cuando algo no se puede.

  • Tu actitud debe ser de escucha y comprensión, aunque digamos que No a sus requerimientos*.


Recuerda tus hijos necesitan ser escuchados, al igual que tú. Nunca olvides que son niños y que tú eres su modelo, su refugio y su inspiración.


(*Tomado de las autoras Adele Faber y Elaine Mazlish)

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